miércoles, 2 de junio de 2010

¡Muera la inteligencia!. ¡Viva el nepotismo!.

Reconozco que estoy parafraseando el famoso incidente que D. Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, tuvo con el general José Millán-Astray el 12 de octubre de 1936, aunque en vez del "¡Viva la muerte!", que es una de las consignas de la Legión, de la que el citado general fue fundador, y que me he permitido modificar ligeramente para darle una versión más "actual".

Quizá alguno de mis queridos lectores (seguro que pocos/as) precise de la definición de nepotismo, que puede encontrarse en alguno de los medios habituales. (Wikipedia: El nepotismo es la preferencia que tienen algunos gobernantes o funcionarios públicos para dar empleos públicos a familiares o amigos sin tomar en cuenta la competencia de los mismos para la labor, sino su lealtad o alianza).
Lo que más me gusta es el enfoque relacionado con el darwinismo social negativo que se le suele poner, próxima a una "involución social". Supongo que no debe ser tan habitual en la Europa civilizada como lo es en nuestros queridos países mediterráneos y latinos. Ni lo debería ser en una sociedad crítica, educada y, por tanto, utópica.

Pero no me quiero alejar de lo que os iba a comentar.

Hoy me han pasado un artículo de Arturo Pérez Reverte que ya conocía, publicado en la revista XL Semanal y fechado hace ya un año (junio 2009). Sin embargo, es tan vigente ahora como lo era entonces.
Lamentablemente, me he tenido que solidarizar otra vez con él: tenemos la clase política que merecemos. La que nos hemos impuesto desde hace años. La del nepotismo y el braguetazo. La de la especulación y la farándula.

Este articulo ha coincidido con una serie de preguntas que vengo recibiendo por teléfono estos días previos al verano. Parece que este año todo el mundo anda algo "preocupado" con los dichosos incendios forestales y aprovechan cualquier circunstancia para hacer preguntas inverosímiles.
Es normal: se acerca la época más dura de incendios y hay quien empieza a recordar que existen estos sucesos en verano. El resto del año parecen no estar tan presentes, tan "de moda". No son tan mediáticos. Pronto empezarán a aparecer en grandes titulares, en las noticias, como todos los años, con sus accidentes, sus impactantes imágenes, sus relatos, sus víctimas, sus muertos ...
Como todos los años.
Dentro de las muchas consultas y cuestiones que puedo recibir semanalmente, algunas no tienen desperdicio. Un día tengo que hacer un anecdotario.
Pero lo que vengo de hace un tiempo observando es que las preguntas más absurdas no suelen venir del ciudadano de a pie. Éste, sumiso hasta lo insensato, suele admitir con resignado talante unas normas que la sociedad a través de sus políticos se va imponiendo. A veces, las más, sin ningún criterio técnico.
La pregunta que ha desatado este artículo la he recibido esta mañana y ha sido para enmarcar. Me ha dejado atónito durante varias horas. Procedía de un ayuntamiento, cuyo nombre no citaré porque me da vergüenza ajena, de una de esas personas que el alcalde de turno pone de concejal porque probablemente no valga para otra cosa y así se asegura algún voto en un pleno complicado. No deja de ser, por definición, una forma de nepotismo.
No sólo la forma de formular la cuestión, directa, insultante, sin permitir centrar la respuesta e intentando manipular una y otra vez lo que le estaba diciendo a su favor, sino el tono, las formas e incluso no querer entender las cosas cómo son, me ha hecho llegar a la conclusión que la carrera de político tendría que ser una profesión. O casi. Al menos, no habría que estar explicándole a un mindundi a toda hora cosas simples, básicas, de la administración pública. Quizá así, no seríamos tan críticos con la clase política, que estaría al servicio de los ciudadanos y no al revés.
Reconozco que es una utopía.

Vuelvo a repetir el razonamiento del principio: tenemos la clase política que merecemos.
Y así, sumido en mis pensamientos, es cuando me ha venido a la mente la frase que el general Millán Astray le espetara a Unamuno: "Muera la inteligencia. ¡Viva la muerte!". Eso dice, al menos, la leyenda.

Os voy a insertar dicha leyenda, suceso, mito o cuento, tal cual aparece en la wikipedia, aunque he encontrado un par de versiones distintas. Es una anécdota que me encanta de nuestro último enfrentamiento civil armado (uno de tantos): la guerra de 1936-39.
Espero que os guste.

Enfrentamiento entre Unamuno y el general Millán-Astray
Es célebre el altercado que mantuvo el general Millán-Astray con Miguel de Unamuno el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, al que habían asistido diversas personalidades franquistas con motivo de la celebración de la Fiesta de la Raza (lo que hoy es el Día de la Hispanidad, el aniversario del descubrimiento de América): el obispo de Salamanca, Enrique Plá y Deniel, el gobernador civil, Carmen Polo Martínez-Valdés (esposa de Francisco Franco) y el propio Millán-Astray.
Lo que sucedió, según cuenta en su magna obra La guerra civil española el hispanista inglés Hugh Thomas, es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado, tras las formalidades iniciales y un apasionado discurso de José María Pemán, pronuncia un discurso en que ataca violentamente a Cataluña y al País Vasco, calificando a estas regiones como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos. "

Alguien grita entonces, desde algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo:

- "¡España ..."; "... una!", responden los asistentes, entre el barullo del auditorio, mientras se oyen de fondo consignas carlistas.
- "¡España ...", vuelve a exclamar Millán-Astray; "... grande!", replica el auditorio.
- "¡España ...", finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.

Después, un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en alto, al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared. Se intenta así enmendar el incidente aunando esfuerzos de hermandad y moral (algo quebrada por el incidente) al unísono.

Miguel de Unamuno, que presidía la mesa, se levanta lentamente y dice:
- "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , dice Unamuno señalando al arzobispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona.
Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.
"

En ese momento Millán-Astray exclama irritado "Muera la intelectualidad traidora" "Viva la muerte" aunque por el gran alboroto del público no se percibió esa frase, que fue solo oída por la gente que estaba más cerca del general, naciendo así la leyenda de que realmente dijo:"¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!"(leyenda que nace de las declaraciones de Serrano Suñer el cual no se encontraba en la universidad), aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara:

- "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!".

Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa:
- "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."

A continuación, con el público asistente encolerizado contra Unamuno y lanzándole todo tipo de insultos, algunos oficiales echaron mano de las pistolas... pero se libró gracias a la intervención de Carmen Polo de Franco, quien agarrándose a su brazo lo acompañó hasta su domicilio.
(...)

D. Miguel de Unamuno falleció el 31 de diciembre de 1936. Quizá del disgusto. ¿Quién sabe?.


La versión original de wikipedia está aquí. He encontrado otra versión aquí. Seguro que hay más circulando por internet.

Pero la conclusión que saco, es que la inteligencia sigue sin ser un valor en alza, sino más bien lo contrario. Así como en su momento se impuso la fuerza, ahora se impone la mezquindad, prima la mediocridad y el nepotismo, en sus múltiples facetas, entre otros lindezas peyorativas que me vienen a la cabeza.
Quizá sea un poco culpa de todos. Seguro que yo también he tenido mi parte.

Espero que lo hayáis disfrutado.

2 comentarios:

  1. pues si, ha sido una lectura interesante. gracias por la publicación.

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  2. Gracias a tí por leerlo y por el comentario.

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